jueves, diciembre 30, 2004

Vueltas de la vida

¿Has visto a esas mujeres que alguna vez fueron ellas y ahora son otras? ¿Qué les pasó por encima? Un marido. O dos. Y un catálogo de amores infructuosos en los intermedios. Van a la biblioteca en busca de no saben qué; sólo saben que es algo que no se consigue en el supermercado. Leen Bucay, Cohelo (Tus zonas erróneas sigue rankeando), cosas que no son tanto para leer como para masticar, sin azúcar, de kiosco. Algo que las salve de la soledad, algo de filosofía descartable hasta mañana, que será otro día. Todo pasó tan rápido. La lista de casamiento, el primer auto, un bebé, cortinas para la casa, otro bebé, ya vas a conseguir un trabajo mejor, nunca antes había pasado un lampazo, mil doscientas setenta y cuatro cenas tan iguales unas a otras que cuando quiere recordarlas sólo recuerda una. Tampoco sabe cuándo empezaron a gritarse, si fue por la plata o porque esta noche me duele la cabeza. O por los chicos, los criamos tan bien, por qué se han puesto así de difíciles. Y ahora la cama es la mitad de grande, sobra un lugar en la mesa, un gabinete en el armario, un cepillo de dientes. Pasaron diez años, o fueron mil. Y ahora estas ojeras, la ropa que no queda como antes, será el espejo que desafina. ¿Dónde quedaron sus mejores años? De haberlo sabido antes... Las cosas han cambiado. Los hombres ya no son hombres sino tipos, los dedos un mapa de nicotina. Lo más difícil es la noche, antes de dormirse. Pone Hallmark, ese canal con películas donde la mujer treintona que tiene a su marido postrado se enamora del abogado rubio de ojos azules, o la película donde el gerente cincuentón deja a su esposa porque se fuga con la secretaria rubia de ojos azules. Apaga el tele. Apaga las velas de su cumple de cuarenta y dos. Va a la fiesta de egresados del mayor, manda cartas a Hola Susana, su jefe la mira mal porque llegó a las y cinco. Así se pasa el año. Los chicos van a pasar Año Nuevo con el padre. Ella con la tía solterona, quien a la una del primero ya lavó los platos y se fue a dormir. Entonces se pone a ver fotos, se deja apuñalar por las imágenes, por el segundero del reloj que les cambió las caras, los cuerpos, a ella, a él, a los chicos. A las ilusiones. Una lágrima gorda se le descuelga de un ojo y estalla sobre la pelusa de uno de sus muslos. Entonces recuerda que está viva, que los remiseros le gritan inocentes guarangadas cuando se pone cierta ropa, que debería retomar las clases de inglés, que el vecino de la tía la invitó a salir. Que los chicos ya no son tanto problema. Que el año que llega puede ser mucho mejor que este que se va.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"ay... si pudiésemos contar las vueltas que da la vida... para encontrar un gran amoooor... es cooomo si pudiésemos contar las estrellas en el cielo..."
(ehmm qué tal canto??)

Será que la vida es andar dando vueltas? o es tan sólo que somos empecinadamente nosotros los que vivimos vuelteando, mareándonos, volviendo siempre al mismo lugar!
Cual perros que se quieren morder la cola, rotando siempre en su propio eje o ahi, tal vez, como calesita dando vuelta tras vueeelta. Siempre sin llegar a ningún lado!
Dicen que miramos mal el mundo para luego sentenciar que éste nos engaña.
Entonces o dejamos de dar vueltas... o terminamos con la ponciopilatezca frase: "paren el mundo que me quiero bajar!!!"



Ya me voy. Mareadita no más...

Fdo. la anónima Lau :)